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Los Cinco Tibetanos: el número de la eterna juventud

Foto del escritor: Dieta Social EspañaDieta Social España

Cuerpo, mente y espíritu pueden obtener enormes beneficios de la suave práctica de los cinco ritos (provenientes del místico Tíbet) que, manteniendo inalterada la armonía de un organismo sano y vital, limitan los efectos del tiempo y retrasan el proceso fisiológico del envejecimiento. El descubrimiento y la difusión de estos antiguos ritos se debe al libro de Peter Kelder, "Los cinco tibetanos". El autor relata que todo nació con un encuentro en el banco de un parque. Allí se encontró con el coronel Bradford, un oficial británico retirado, quien le habló de su deseo de buscar la Fuente de la eterna juventud. Se encontraron años después, con el coronel que todavía parecía un hombre joven y le contó su secreto: había

encontrado la Fuente, los Cinco Ritos practicados diariamente por los lamas de un remoto monasterio del Himalaya, ejercicios suaves que tenían el poder de "mantenerlo joven".

Como funcionan

Los cinco tibetanos actúan sobre los siete centros energéticos principales, los chakras de la tradición hindú, correspondientes a las principales glándulas endocrinas: la glándula pituitaria, que segrega la hormona del envejecimiento, la glándula pineal, la tiroides, el timo, las glándulas suprarrenales, el páncreas y las glándulas de reproducción. En un cuerpo sano,

los chakras (o vórtices: flujos turbulentos en rotación espiral con trayectorias de corrientes cerradas) giran muy rápidamente y en armonía unos con otros, permitiendo que la energía vital (prana) fluya; cuando la rotación disminuye, comienza el proceso de deterioro del cuerpo. El propósito de los cinco ritos es reactivar y mantener el movimiento giratorio.

Cuándo realizarlos

“Los cinco tibetanos” se pueden realizar por la mañana, para empezar el día con energía, o por la noche, dejando pasar al menos tres horas desde la última comida, para alentar el descanso. Para empezar, limitar las repeticiones de cada ejercicio a tres, aumentando gradualmente a veintiuno por día, empleando poco más de 15 minutos para una serie completa. Cada serie está compuesta de cinco ejercicios a realizar en el orden preestablecido. Elegir una superficie no resbaladiza y que aísle de la frialdad del suelo. Realizar los rituales lentamente: no se trata de ejercicios gimnásticos, sino de movimientos que equilibran y armonizan la energía del cuerpo. Esfuérzate por ser constante: mejor perseverar a continuar haciendo la serie tres veces, en lugar de llegar rápidamente a veintiuno y luego dejar de hacerlo por unos meses. El truco de los cinco tibetanos reside en la continuidad a lo largo de los años. Estos son los 5 ejercicios tibetanos:

LA RUEDA

De pie, con los brazos abiertos, gira en sentido horario, aumentando gradualmente la velocidad. Para evitar el riesgo de mareos, antes de empezar a girar, enfoca un punto frente a ti manteniendo la mirada fija en el mismo, el mayor tiempo posible. Para volver a la posición inicial mientras aún estás girando, acercar las palmas a la cara y enfocar la mirada en los pulgares. Para parar, separar un poco las piernas y mirarse los pulgares.

LA ESQUINA

Acostado de espalda, estirar los brazos a los lados y apoyar las palmas de las manos, con los dedos juntos, en el suelo. Levantar la cabeza del suelo doblando la barbilla sobre el pecho y, al mismo tiempo, levantar las piernas estiradas en posición vertical, con los pies en martillo, tratando de dejar los hombros, la espalda y la pelvis en el suelo. Si se puede, empujar las piernas hacia atrás hacia la cabeza (siempre con las rodillas rectas). Pero no hacer esfuerzos. Luego, lentamente, llevar la cabeza y las piernas estiradas al suelo. Relajar los músculos y repetir.

Inspirar cuando levantes las piernas y la cabeza, exhalar cuando las bajas. Si al principio no puedes realizar el ejercicio correctamente, no hay problema: hazlo con las rodillas dobladas y, poco a poco, lo realizarás correctamente.

EL ARCO

Arrodillarse con las piernas ligeramente separadas, el cuerpo erguido y los dedos de los pies flexionados. Poner las manos en los glúteos como para sujetarlos. Llevar cabeza y cuello hacia adelante y doblar la barbilla sobre el pecho. Luego inclinar suavemente la cabeza inclinándose hacia atrás y arqueando la columna vertebral. Durante el arco, apoyarse en los glúteos e inspirar profundamente. Espirar y volver a la posición inicial. Cuando termines la serie, apóyate sobre los talones con los dedos estirados, inclinado hacia adelante, con la frente apoyada en el suelo y el cuerpo relajado.

EL PUENTE

Sentado en el suelo con las piernas extendidas y separadas unos treinta centímetros, torso y cabeza erguido y las palmas de las manos apoyadas en el suelo, a cada lado de los glúteos. Inspirar profundamente, llevar la cabeza hacia atrás y, empujando los talones y las palmas de las manos sobre el piso, levantar el cuerpo a la vez que doblamos las rodillas, mientras las piernas permanecen tensas, formando una línea recta con el torso. Para elevarse, empezar desde la pelvis, haciendo que se deslice hacia adelante. Tensar todos los músculos manteniendo la respiración. Espirar cuando se regresa al suelo.

LA MONTAÑA

Ponerse boca abajo y, apoyándose en las palmas de las manos y en las puntas de los pies (ambos están separados unos sesenta centímetros), inspirar y levantar el torso, inclinando la cabeza hacia atrás (tanto como sea posible, pero con suavidad). Exhalar, levantar la pelvis para que el cuerpo forme una V invertida, empujar los talones hacia el suelo y llevar la barbilla al pecho.

Inspirar para volver a la posición inicial, manteniendo el pubis levantado y descansando solo las manos y los pies en el suelo.


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